miércoles, 11 de mayo de 2011

LILIANA LUKIN (BUENOS AIRES, 1951)



Mi madre y yo tuvimos el mismo sueño:
ella en su salud, yo en mi enfermedad,
ella en mis brazos y yo en el cuenco de tierra
que sus ojos hacían para vaciar
la bolsita de semillas.
Mi madre anota en papelitos:
remover, regar, poner
en agua y dejar que repose:
en su salud ella adelantaba
tiempo para mí, iba adelante
haciéndome camino en el trabajo
de sobre ponerme al andar.

Entre dos vidas ella elige
siempre la misma, otra vez, y yo
no olvido ese detalle a sus espaldas.
Entre sus brazos no me recuerdo,
pero en el sueño que ambas
tuvimos ella veía por mí.
Dentro de su boca le daba
cada frase y su boca
cerrada masticaba, reía
mi alimento, reía de mí
que alimentaba con las frases del sueño
nuestro imposible despertar.

A mis hijos, pensaba, yo he sabido
dar de mamar, de hablar, mis
manos vistieron de música
sus cuerpos, pero a mi madre
no sabré todavía,
aunque ella y yo
tuvimos el mismo sueño,
ver cómo se hace de pequeña
en un mundo domesticado
para siempre ante mí,
que no puedo prometerle
lo que ambas deseamos despiertas.

(Le hablo-murmuro- en sus ojos
mientras duerme:
“hay un paisaje que se inclina
ante nosotras que pasamos
una en brazos de otra
en la tormenta del sendero”
y ella, sin abrir los labios:
“sacáme de mi cuerpo,
sacáme de mí que quiero estar
afuera, en el aire de ustedes,
y no que el aire deba pasar por mí”
así, mientras dormíamos).



 (inédito,2007)



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