jueves, 2 de abril de 2015

SANTIAGO ALASSIA (RAFAELA,SANTA FE,1979)



Fanto



Yo no soy un babacho, no soy un ciruja,
lo que pasa es que tuve algunos problemas :
un palo en la cabeza que me dieron las vecinas
por haberme atrevido a espiar en sus bombachas,
compañeros de la escuela que se iban de mi lado
cuando hacíamos la ronda (decían que mis dedos
estaban arrugados y apestaban a creolina),
un tío un poco idiota que chorreaba las paredes
con el locro del invierno que tragaba a cucharadas
los domingos de mayo.
Y yo nací en mayo y fue domingo, debe ser
que esa mugre de mi tío se prendió en mi cabeza
porque ahora la gente me choca en la ruta
y me deja tirado y me dice babacho.


Está bien que soy pobre y no tengo aparador
ni moto ni casa para guardar chucherías
pero no soy un babacho : me gusta el basural,
esa junta de gomas, costra y carretadas
de arpillera y alambre poco iluminado
por las noches, cuando no pasa nadie,
ni siquiera un ratón, y chupo solitarias
cáscaras de papa, y pienso que vivir
es lo que me gusta, y esperar la tormenta,
y hacer el amor con todo lo que pasa
en mi cabeza : la pelusa
que les crece a los niños al salir de la escuela, el dobladillo
del batón de las abuelas que se arruga cuando esconden caramelos, la pintita
de sangre en el hocico del cuis que escarba una trinchera, la corteza
mojada del lapacho al que me trepo cuando hay viento, las gotas
de la lluvia que me pegan en la cara como agujas,
yo me dejo,
me hago lazo,
me dejo acariciar y meto la piel mía
en todo lo que sea cóncavo en el mundo.


Con trapos de mi madre hice circos en el patio,
tal vez aquello era ser medio babacho,
también hacer teatro y jugar a la mujer,
ponerme vestiditos, pintarme carmesí.
Una noche de verano fui a la calle de travesti,
era carnaval, andaban los muchachos
con rabia entre las piernas y en patota :
me tiraron al suelo, rompieron el vestido
y me dieron de adelante, de atrás y de costado,
me olieron y chuparon por abajo, como perros,
yo quedé temblando y apretado como un pomo.
Se ve que me gustó porque esa noche
durmiendo entre sonrisas soñé con la patota
y caras coloradas de chicos de la escuela
que hacían una ronda y me ponían en el medio.


Hoy duermo en la tapera de campo que me prestan
tapado con mi perra Timotea y un galgo casi afgano
que son hijos como yo del abandono.
Voy por la ciudad hurgando bolsas de pan viejo
para darles de comer. El pan que tira la gente
muchas veces no está feo. Si el pan se pone verde
empiezan a brotar gusanos blancos. Los perros
tienen resistencia en el estómago. Yo no tengo dientes,
no puedo masticar, no puedo sacar débito
ni viajar de vacaciones a la playa,
no quiero ver vidrieras, no quiero comer chicles
ni perfumes importados en mi cuello.
Pero actuar sí me gusta, me divierte
la cara de la gente cuando paso por la plaza
y me gritan "hola Alfredo Alcón,
hacete el medio artista que estamos aburridos."


Si en el aire hay olor a rancho y mandarina
es porque camina contento el medio artista
y los perros lo torean, no lo atiende el verdulero,
y las viejas que hacen cola cuchichean por lo bajo
del olor a desgracia que tiene el medio artista
cuando llega hasta el cine y siente una envidia
por las caras hermosas que ve en los carteles
porque él es maltrecho, su piel tiene manchas,
pero cree que es lindo y va y se enamora
del pelo de Tarzán, su taparrabos,
su pecho duro, y la viejas cuchichean
que vieron al babacho en el cine y se agachaba
para espiarle a Tarzán los cachetes del culo
pero no se daba cuenta que había una pantalla.
Y claro que el babacho no entiende por babacho
pero igual se pregunta
¿cómo hace mi cuerpo que está en el actuar:
arrastra una mugre,arrastra una muerte?


Un tacho que rueda es poesía,puro ritmo,
y teatro : puro impulso que se apaga
como pájaro.
Así que fui de gira
por los pueblos de la zona
con mi carpa de croto.
En Roca armé la escena sobre fardos,
todo el poco publico oscilaba con mi gesto.
En Vila me trajeron una silla majestuosa,
yo la reemplacé por un cajón con telarañas.
También actué un verano en un baldío
pegado al hospital de Rafaela. Había un enfermero
que cruzaba para  verme actuar con las catangas
que corrían por  mi pelo y debajo de la ropa,
de tanto hacerme pis me fue quedando
una roncha asquerosa que al final se me infectó
y ese amable enfermero me tuvo que operar
cortándome los dedos, la mano y todo el brazo,
pero yo fui feliz por no haber abandonado
la escena así nomás,sino con una marca,
así que inauguré
mi propio movimiento :el tacho
del teatro.


Y el tacho del teatro es que rueda por el piso
y nunca tiene miedo de hundirse a cada paso
total todo se hunde y no sabe lo que hace
porque Fanto es el croto del teatro de la mugre,
máquina que grita como un mono carayá
tapado con cacharros y la grasa en la cabeza
que arrastra en madriguera sus bolsas de pan viejo
y el asco de ese gesto le embarra el vestidito a la señora
o chupa unas migajas de chorizo y desordena
las camas de los otros con su olor a lechuzón
que de golpe se aparece en los patios de la gente
con patas de tarántula a mear en las piletas
que vuelve a la tapera con su paso de babacho
el mundo trapo sucio frotándole los tímpanos.


Y a mí, que me gusta la ternura,me hace mal
la costumbre de la gente de este pueblo
que va por la ruta y no me ve, y me choca,
me deja en la banquina, torcida la nariz,
la cara húmeda en la granza. Y mientras oigo
la camilla y sus rueditas que vienen a buscarme
para llevar este cuerpo otra vez al hospital,
pienso
¿cómo voy a hacer teatro así todo tullido,
cómo haré para salir de esta gran enfermedad?


del libro Hueco en el mundo, Baltasara Editora, Rosario,2015

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